Dos semanas atrás me encaminé en una búsuqeda interna muy grande: mi felicidad. Con la ayuda de profesionales, indicaciones médicas y terapia cognitiva conductual mi calidad de vida mejora notablemente y me percato de cómo mi capacidad de comprenderla asciende, es mayor, abarca grandes campos. Asisto dos veces por mes a un centro ubicado en la ciudad de Rosario (Argentina) y, a pesar de las pocas veces que fui, le tomé mucho cariño al lugar.
Otro factor reciente que suma fuerzas a mi existir es que, hace no mucho, conocí a un ser repleto de cualidades positivas, un corazón envidiable y perfecto complemento para mí. Con sus curiosidades, por lógica, y una manera sabia y pacífica de enfrentar problemas -totalmente opuesta a la que usaría como descripción a la hora de controlar mis situaciones- apareció en un cuadro de mi vida, ahora, en ese justo y preciso momento. Mas allá de todo rol, necesito sentirme protejido... y en él creo encontrar ese refugio. Si me permite y me permito usar otras palabras: es de mi agrado, me gusta. Esa persona se define como una aparición repentina y positiva en mi vida, dispuesta a escucharme y ser escuchada, aceptarme sin prejuicios, entenderme y ser entendida. Un sujeto lleno de proyectos, sanas ambiciones y rechazo a la suciedad de este mundo.
Inclinándome a mi mismo , precisamente en este instante, entiendo que me estoy liberando e intentando ver las cosas desde la misma perspectiva pero con una diferencia: sobrellevarlas lo mejor posible dentro de lo que esté a mi alcance. Me lancé a escribir como descargue, desahogo y hasta ahora me sirvió. Voy a crear una próxima entrada cuando realmente lo sienta necesario, aunque por ahora me conformo con tener un blog y leerlo al menos yo.